Lang Lang conquista Palacio de Bellas Artes
Con talento y carisma, el pianista Lang Lang estremeció al público con su interpretación de obras de Chopin, Liszt y una pieza de folclore chino.
Los dedos del intérprete avanzan persiguiéndose desde los tonos menores a los mayores del teclado. Observar y escuchar esas progresiones en alta velocidad hace más fácil apreciar la pureza de la técnica de este joven, que ha dado la vuelta al mundo como la leyenda moderna del piano.
Esto sucede a unos cuantos minutos de haber comenzado el recital, con el 2º de los 12 estudios, Op. 25 de Chopin, conocido extraoficialmente como Las abejas, porque la velocidad (presto) que indica su partitura requiere una digitación pulcra para provocar la sensación de escuchar el ir venir de un enjambre de abejas.
A juzgar por los rostros de perplejidad que clavan sus miradas en el pianista, se juraría que más de uno se pregunta ¿quién puede distinguir un genio del piano de quien no lo es? La publicidad no puede equivocarse; ha vertido sobre el músico un caudal de calificativos apabullantes: el artista más apasionado de la música clásica, un genio del piano, etc.
Para su segunda presentación en Bellas Artes (la primera fue en noviembre de 2005), los boletos se agotaron tan pronto fue anunciada: a pesar de la tormenta que arrasó con árboles de la Ciudad de México, lo mismo llegaron quienes iban en automóviles atestados con guaruras, que en Metro y, muy pocos, a pie.
Ya se preguntaba Carlos Monsiváis en su crónica Las decepciones leves, a propósito de la presentación del bailarín ruso Rudolf Nureyev: “¿Estamos a un paso de contemplar en México la fusión armoniosa entre Alta Cultura y Alta Sociedad?”
En el público se encontraban directivos de la constructora que trajo al pianista o de la telefónica de la que es imagen: también Carlos Prieto, quien iba muy aprisa al término de la velada como para ofrecer su opinión, Guadalupe Loaeza, Rafael Tovar y de Teresa, entre otros.
Al finalizar los 12 Estudios, Op. 25 de Chopin, estalla el aplauso con el que los asistentes se rinden ante la interpretación de Lang Lang: palmas arriba, una banderita china, flashes y como quien no quiere la cosa, unos cuantos asistentes se ponen de pie. Parece timidez o indecisión.
La segunda parte de la noche transcurre con el romanticismo de Franz Liszt con Romance y Liebestraum núm.3. Con la última nota, el público se pone de pie, ahora sí más decidido, pero tampoco es una respuesta unánime.
En la explanada del palacio, menos de 100 personas bajo sus paraguas observan y escuchan el concierto en una pantalla que resistió la lluvia.
Tres encores: en uno de ellos promete una pieza de folclore chino, en otra dice “gracias” en español. Finalmente sale del escenario y la gente se levanta de una en una, otra vez indecisa para agradecer las notas del genio. El aplauso, eso sí, es sin ambages, acompañado de gritos y vivas.
Quién es
El músico comenzó a tocar el piano a los tres años de edad, a los cinco ofreció su primer recital en público y a los 17 fue llamado como sustituto en la Gala del Siglo para interpretar a Tchaikovsky con la Orquesta Sinfónica de Chicago.
Hoy tiene 29 años de edad y es el primer pianista chino en tocar con las filarmónicas de Viena y Berlín y todas las orquestas estadounidenses reconocidas. Tras su participación en la apertura de los Juegos de la XXIX Olimpiada en Beijing ha inspirado a más de 40 millones de niños en su país a aprender a tocar piano, fenómeno que The Today Show llamó “El efecto Lang Lang”.
