El silencio
El ruido sigue a pesar del silencio. A veces, si es que no casi siempre, es imposible acabar con ese ruido. Podemos apagar la tele, el radio, a la vecina, al perro, hasta al perico (si es que se cuenta con uno en casa), pero lo que nunca podemos apagar es el botón de nuestra mente. Sólo algunos lo logran después de mucho tiempo de práctica en la meditación, y con esfuerzo llegan a ese extraño lugar llamado “la mente en blanco”.
Cuando yo he intentado poner en blanco la mente, la cabeza se me llena de cosas blancas: elefantes blancos, sábanas blancas, orquídeas blancas, uvas blancas, zapatos blancos, abrigos blancos, mi futuro shih tzu blanco. En fin, que en vez de apaciguar mi mente, la imaginación se me desborda y se me llena de blanco. Después de todo es un bonito no color.
Así que el silencio total no siempre es posible. Algunas personas pueden disfrutar mucho de él, pero otras le tienen miedo: hay quienes no soportan escucharse a sí mismos. Porque es divertido cuando la imaginación nos suelta la retahíla de cosas disparatadas que nos hacen reír, pero “auch” cuando sin filtro y como en batallón, los pensamientos se dejan caer con toda la lista de frustraciones, añoranzas, deseos, soledades, amarguras, envidias y otras “linduras”.
Creo que una de las cosas más difíciles de hacer para el ser humano es estar en silencio disfrutando de su propia compañía. Como que una tarde de domingo no sabe igual si no hay alguien a nuestro lado para hacernos piojito, para acompañarnos al cine, pero, sobre todo, para llenar la casa de sonidos y palabras. Claro, la compañía de los demás es adorable y fundamental, pero tan valuable es aquella como la nuestra. Se aprende tanto del ruido que fluye de nuestros pensamientos, los que solamente pueden ser escuchados con claridad y honestidad en el silencio.
Hace un tiempo leí una frase que me dejó huella. La comparto aquí porque tiene mucho que ver con lo que escribo: “Orar es platicar con Dios, meditar es escucharlo”. La meditación sólo puede hacerse en silencio; en silencio es la única manera en que podrás saber quién eres, es la única manera en que podrás escuchar la voz del Universo (Dios o como quieras llamarle), en el silencio podrás escuchar tu verdadera voz.
Para conectarte de esa manera no es prescindible que pases horas meditando, es más, ni siquiera tienes que meditar de la manera tradicional. Una muy querida amiga acostumbra pasar horas en silencio: trabaja en su computadora, limpia su casa, cocina, sale a la terraza a contemplar la tarde, todo en compañía de sus pensamientos. Ha aprendido tanto. El silencio le ha permitido irse conociendo de verdad, disfrutar de las pequeñas grandes cosas que su vida diaria le ofrece. Y lo más importante, está aprendiendo a dominar sus pensamientos, está aprendiendo a hacerles caso, pero ya no deja que la agobien (por lo menos no tanto como antes). Está empezando a escuchar su verdadera voz, esa voz que proviene de la paz, la única apta para acabar con el ruido.
Y a ti, ¿te inspira el silencio?…
