Actualmente el término cínico es casi un insulto. Cuando se dice que alguien lo es, se pretende dar a entender que, sin motivo aparente, es ofensivo en sus comentarios, que suelen ser sarcásticos.
Pero ese no era el caso los filósofos cínicos del siglo IV a.C. en Grecia. Ellos tenían un motivo. La idea principal de la escuela cínica era que la felicidad solo se alcanzaba dependiendo de uno mismo. Por eso, estaban en contra de los valores tradicionales y las normas sociales establecidas, a las que atacaban de forma descarada, pues consideraban que coaccionaban y alienaban a las personas. En esa época, ser cínico debía molar. La gente te consideraba un James Dean con túnica blanca, barba larga, y causa. Hoy en día, salvando las distancias, esta forma de pensar está cerca de la de movimientos sociales como el 15M en España o el yosoy132 en México. Sin embargo, ser cínico actualmente es sinónimo de gilipollas, así que el término ha cambiado de significado.
Centrándose en el cinismo original, el fundador de la escuela cínica, Antístenes, fue discípulo directo de Sócrates; igual que lo fueron Platón (idealismo) y Arístipo de Cirene (hedonismo), de los que ya hablé en columnas anteriores. Sócrates o, más bien, el suicidio inducido de Sócrates y su tranquilidad al morir, marcaron a Antístenes. Poco después de la muerte del maestro, Antístenes decidió prescindir de todo lo superfluo y llevar una vida lo más sencilla y austera posible, en la que cualquier deseo pudiera ser satisfecho fácilmente. Una vuelta a la naturaleza. De hecho, tomó a los animales como ejemplo de autosuficiencia. Diógenes, uno de sus discípulos, llevó esta forma de vida al extremo, llegando a vivir como si fuera un perro. La idea era conseguir libertad frente a todo lo que pudiese esclavizar, incluidas las convenciones sociales. Además de este comportamiento más animal y menos humano, la libertad de palabra y la falta de vergüenza eran características de los cínicos. Todo podía ser dicho a cualquiera, en cualquier momento y de cualquier manera. El objetivo cínico es llegar a la impasibilidad, autosuficiencia e independencia: la autarquía.
Con el tiempo, los cínicos se quedaron solo con la parte de libertad de palabra, prescindiendo de la forma de vida animal, que les generaba más problemas que otra cosa. Así, se centraron en escandalizar y provocar más con la palabra y la escritura que con la acción. De esos irreverentes escritos pueden extraerse enseñanzas tan actuales como que es necesario que cada uno viva con su propia valoración de las cosas, y no según normas o modelos impuestos.
Yo, por mi parte, aunque me gustaría ser un hedonista fundador, me identifico mucho más con un cínico clásico, aunque vivo encerrado en el cuerpo de un cínico moderno. Algunos llaman a eso síndrome de Asperger. Otros lo llaman gilipollas. Tanto a unos como a otros les digo lo que mi maestro Diógenes le dijo en su día a Alejandro Magno: “apártate a un lado que me quitas el sol”.
Los próximos en ser objetivo de mi venganza serán los impasibles estoicos, que bebieron directamente de las enseñanzas cínicas.
