La leyenda de: La Casa de la Inquisición (Pinos, Zacatecas)

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En un pueblo llamado antiguamente de Nuestra Señora de Sierra de Pinos, hoy conocido simplemente como Pinos, en el estado de Zacatecas, casi en los límites con Jalisco, en una antigua casona que se encuentra muy cerca del Centro, donde hace algunos años se ubicaron las oficinas de la Presidencia Municipal, se dice que cosas inexplicables y sobrenaturales ocurren.

Hace muchos años en la Nueva España no se hablaba de otra cosa, que no fuera el gran acontecimiento que se efectuaba en la plaza pública, los reos que cometían delitos contra la fe purgarían sus pecados con el fuego. Eran personas que según el Santo Oficio, se les habían metido los demonios, apartándolos de la ley de Dios, haciendo que cometieran terribles pecados que pagarían en la hoguera, obteniendo  así un  pase directo al infierno para la eternidad.

Durante las tertulias, se comentaban casos inquisitoriales, a los cuáles se referían con repugnancia y horror. Las almas buenas escuchaban aquellos relatos, estremecidas de espanto, pues no podían concebir cómo había  en este mundo seres tan perversos, que podían calificar como delitos cualquier comportamiento que no estuviera acorde con lo que les dictara su conciencia. El camino a la religión católica era fácil y pacífico, pero aquél que osaba desviarse iba a dar a la antesala del infierno desde que era aprehendido.

Muchas personas venidas de diferentes partes de España, que habían presenciado las quemazones de los herejes, hablaban con admirado respeto de cómo su Majestad había asistido a diferentes quemas sin dejar de rezar un solo instante. Los testigos de los autos de fe relataban con lujo de detalle a los oyentes, y para darle un toque más real hasta elaboraban dibujos. De las personas que escuchaban esas narraciones se apoderaba la santa envidia, ya que ellos no habían tenido todavía el privilegio de contemplar tal espectáculo; además al asistir, se ganaban una gran cantidad de indulgencias plenarias que  borraban los pecados más terribles de sus vidas. Los envidiosos suspiraban por la tristeza de no haber presenciado estas pías hogueras, sus ojos se llenaban de anhelo y en su corazón nacía ese enorme deseo de asistir a la pena de fuego.

Para la felicidad de muchos este espectáculo había llegado por fin a México.

Para realizar dicho acontecimiento se levantaban en la plaza tablados cubiertos con paños funerarios, donde se sentaban los personajes más importantes del clero y algunos funcionarios, todos vestidos de luto. En otro cadalso estaban los reos, siempre acompañados por un fraile dominico que con dulzura los preparaba para bien morir. La gente se apretujaba para no perder detalle de todo lo que pasaba, todos agudizaban los sentidos para ver a aquellos graves señores vestidos de luto, y a los culpables con sus sambenitos estampados con numerosas llamas y negros diablos.

Al iniciar, quien desempeñaba el oficio de secretario, leía al público presente todos los crímenes  de los acusados; después se daba un sermón contra el pecado, sembrando los sentimientos de miedo y angustia en los corazones de los ahí presentes.

Se les ataba a un poste y se prendía fuego a la pira que tenían debajo de los pies; pronto las llamas se comenzaban a levantar, acompañadas de chispas y una espesa columna de humo. A través de las llamas se podían ver los rostros de dolor de los desesperados reos, pero después ya no se veían más. El fuego se elevaba, hasta que los ejecutados quedaban envueltos por completo. La gente miraba embelesada, mientras elevaban oraciones.

La tenebrosa casa perteneció a la corte de la Santa Inquisición, en su fachada se pueden apreciar los sellos del clero, que distinguía a todas sus propiedades, y en ese pueblo se llevaron a cabo varias ejecuciones.

Son muchas las personas que afirman haber escuchado pasos, golpeteos en las paredes e incluso gritos a mitad de la noche. Los cuidadores de la propiedad cambian constantemente y cuentan historias sobre un personaje vestido de negro y una mujer de pelo largo que caminan por los pasillos.

Es por éso que los habitantes de Pinos, creen que estas extrañas manifestaciones se deben a las almas en pena de las personas que murieron durante el trágico periodo de la Santa Inquisición.

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About Author

Jorge Angulo

Ciudad de México (1968). Profesionista egresado de la carrera de Administración de Empresas, apasionado de los libros desde muy pequeño por enseñanzas de su padre. Comenzó a tomar talleres de creación literaria y narrativa en Monterrey N.L. Participa actualmente en el grupo literario Amigos del Museo, perteneciente al Museo Iconográfico del Quijote ubicado en Guanajuato, Capital Cervantina de América.

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