La leyenda del regalo de Navidad

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En la época navideña, las familias se reúnen, es tiempo de compartir sentimientos, cariño, experiencias, recuerdos y algunos presentes que hacen agradable la convivencia con los seres queridos. En algún punto de las montañas que forman parte de la sierra norte de Puebla, región húmeda, fría y alejada, vivía una familia.

El matrimonio tenía cinco hijos de los cuales tres estaban ya en la adolescencia, todos asistían a la escuela en el poblado más cercano y los más grandes cuidaban de los menores. Vivían muy tranquilos en su granja dedicados a labores del campo, tenían tierras de labranza y crías de algunos animales.

Para la cena de Nochebuena, fecha que esperaban con mucho anhelo, tenían costumbres arraigadas que habían repetido por años, gracias a la educación del padre que era un extranjero que llegó por aquellas tierras, se enamoró de una joven de la región y decidió quedarse. Cada uno de los hijos participaba en la cocina preparando algún platillo, los más pequeños ayudaban a la madre a elaborar deliciosos postres; todos escribían mensajes de buenos deseos, paz y prosperidad para los demás, que serían leídos después de la cena previo a la entrega de los regalos que habían preparado con sus propias manos; eran cosas sencillas como bufandas o guantes, que tejían con anticipación ayudados por la madre, en alguna ocasión el padre les hizo unos caballos de madera a sus hijos lo cual los hizo felices. Los adornos de la cabaña también eran fabricados entre todos los integrantes, las personas de los pueblos cercanos los veían como una familia feliz que desde lejos emanaba paz y armonía. Se llevaban bien con todos los vecinos de las propiedades aledañas y las personas que veían, cuando bajaban a comprar víveres y cosas necesarias para subsistir en lo alto de las montañas.

La cena de Nochebuena también tenía como característica especial que se reunía únicamente la familia, en muchas otras festividades había invitados, pero para esa fecha específica nadie ajeno era convidado, la tradición marcaba hacerlo así para fortalecer las relaciones fraternas. Por fin se llegó tan esperada fecha, todos se arreglaron con sus mejores ropas para la gran noche, disfrutaron deliciosas viandas, platicaron anécdotas de navidades anteriores, y bromearon con los regalos de otros años. Después de un tiempo de sobremesa, el padre dio la indicación de que pasaran a la sala para sentarse cómodamente alrededor de la chimenea, que él mismo alimentaba desde la tarde con leña de los bosques que rodeaban la cabaña. Era una noche fría y apacible donde se sentía el calor del hogar y sobretodo la calidez de la compañía.

Para seguir con su convivio familiar, y aunque los más pequeños ya empezaban a tener sueño, cada uno de los integrantes fue leyendo los pensamientos que había escrito para esa fecha especial, estas actividades les hacían pasar ratos muy agradables y amenos. Todo era alegría y felicidad, se daban abrazos y besos cada vez que se leían los mensajes navideños. Dieron inicio a la entrega de los regalos, cada uno se fue poniendo de pie para entregar el regalo a la persona que le correspondía con más abrazos de felicitaciones y buenos deseos, seguían con las risas y las bromas.

Al terminar, les llamó la atención que bajo el árbol estaba todavía una caja perfectamente envuelta en papel rojo con un gran moño con motivos navideños, no tenía ninguna tarjeta y nadie la identificaba, algunos pensaron que quizá era algún regalo que un vecino trajo, pero no recordaban que alguien hubiera ido a visitarlos en los días que antecedieron; de cualquier manera había que abrirlo para seguir con la alegría y descubrir para quién era.

Qué sorpresa se llevaron cuando el padre desenvolvió el regalo ante las miradas de los demás: la caja contenía un antiguo puñal grande y filoso, acompañado de una soga. Lo único que traía adicional era una pequeña tarjeta escrita con alguna sustancia roja y que decía: este regalo es para las personas que están esperándolos afuera, nadie tuvo ninguna oportunidad de decir nada porque en el instante en que vieron lo que contenía la caja y leyeron el mensaje, una corriente de miedo los invadió dentro de la cabaña, porque se escuchó que golpeaban la puerta y varias potentes voces que lastimeramente les ordenaban a gritos que les abrieran.

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Jorge Angulo

Ciudad de México (1968). Profesionista egresado de la carrera de Administración de Empresas, apasionado de los libros desde muy pequeño por enseñanzas de su padre. Comenzó a tomar talleres de creación literaria y narrativa en Monterrey N.L. Participa actualmente en el grupo literario Amigos del Museo, perteneciente al Museo Iconográfico del Quijote ubicado en Guanajuato, Capital Cervantina de América.

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