Por Salvador Aburto Morales.
Algo nos pasa en todo encuentro con el Arte. Algo que coincide en el texto del creador con la memoria histórica del espectador y que se dispara desde los espacios de esa peculiar emoción generada por su lectura, sólo para provocar nuevos pre-textos. Es un proceso co-creativo infinito, difícil de menospreciar en la configuración de la estética de la vida cotidiana para el hombre común. Eso que pasa, siempre y cuando creador y espectador coincidan en un encuentro, le corresponde a la Psicología del Arte, donde suman a la evocación emotiva, la imaginación, la emoción, el goce y el sentido.
La lectura de El hombre de la dicha perenne*, de Eligio Coronado, ha tenido esa virtud, revelando en mí las coincidencias históricas y culturales no sólo para argumentar su magistral tratamiento literario –del cual no soy experto-, sino de otros aspectos de la creación, comprometidos con la apropiación y recreación de la realidad, de efectos irrefutablemente terapéuticos.
En tales condiciones, me fue imposible renunciar a la alucinación donde creaturas parecidas a los elefantes de colores de Grimo, y a los oscuros zopilotes de don Ángelo, surgen en el relato del protagonista invadiendo desde un principio, el espacio sideral de mi yo lector apoltronado, para seguir sonriendo página tras página al evocar la trama, y sentirme como él, a veces niño, a veces adolescente.
Y quedé atrapado en la fantástica historia ocurrida en un universo alterno, ordenado y ambientado en la casa, en las calles y en las cantinas, donde mitos, ritos y fetiches derrochan la subjetividad requerida por el ser humano, para construir en la memoria colectiva el texto que legitima y redime aquellos dramas de la vida, convertido así en narrativa literaria.
A Grimo Grimaldo lo imaginé preguntándose como yo en aquellos días aciagos, cuáles son las virtudes de un alcohólico, perdido o convencido de los beneficios de su adicción. Porque en aquel entonces, yo tampoco pude comprender su realidad. Y me descubrí mirando a sus fraternales amigos, y su apasionada entrega a la convivencia en las cantinas, cual devotos feligreses de la “Religión del Flujo Dorado”, sin conciencia del tiempo, cantando y bailando, atrapados en aquellos diálogos multidimensionales sobre sus competencias alucinantes, que confrontan las “lógicas” de los normales.
A través de la lectura descubrí otros “Grimos” en mi historia real, comprometidos también con la lealtad a sus padres, a la de sus abuelos y a la solidaridad de sus amigos. Comprometidos sin duda con la alegría, el deber beber, y el camino para alcanzar la gloria; personajes inmersos en acontecimientos que se vuelven narrativa en la fantasía creativa de Eligio. Creatividad que no sólo sublima, sino que también se crea y recrea en un lenguaje singular para renombrar nuevos mundos, como una propuesta lúdica inesperada.
Para un lector así, las coincidencias en el encuentro, se enriquecen con las propuestas que nos reconcilian con aquellos “correligionarios” que han compartido nuestras vidas, ofreciéndonos la oportunidad de concederles un tratamiento amable, lúdico y divertido, en el relato de nuestras vidas. Y sustituir lo que tantas veces, inflexibles, convertimos en la tragedia de lo irremediable, sin merecerlo.
Jugar con la realidad a través del Arte, es un asunto serio. Y éste es, sin duda, el trabajo y el proceso de una tarea literaria comprometida con el bienestar del lector, que en el encuentro con la sensibilidad y el goce de la contemplación, le brinda aún desde la inconsciencia, nuevos sentidos para las coincidencias de un encuentro psicoestético. Un aspecto que no todos los creadores consideran, en este “largo viaje hacia el País de la Dicha Perenne”, como un objetivo común siempre deseable.
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*Eligio Coronado. El hombre de la dicha perenne. Monterrey, N.L. Edit.: Libros de la Mancuspia / UANL, 2016. 126 pp. (Colec. UANL & Libros de la Mancuspia, 1.)
Salvador Aburto Morales (Tolomé, Veracruz, 1948). Doctor en Ciencias del Arte por el Instituto Superior de Arte de la Habana, Cuba. Colaborador en diversas revistas y periódicos. Autor de Tiempo Cautivo (1998), del poemario Mecánica del Gozo (2003); del Capítulo X de Cultura y desarrollo humano (2006), editado por CONACULTA y una carpeta con 13 dibujos editada por la Facultad de Psicología de la UANL, 2007. Y su más reciente libro Psicología del arte (UANL, 2007). Maestro investigador del Cuerpo Académico en Psicología Educativa, y Miembro del Comité de Cultura y del Comité de Tutoría para el Desarrollo Humano, de la Facultad de Psicología.
