En los siguientes años, los documentos escritos dejan de mencionar al edificio de gobierno, no obstante, un documento que presenta información sobre el estado de las Casas Reales es el Mapa de la situación de la ciudad de Monterrey en el Nuevo Reyno de León, levantado en 1791, de autor anónimo. Discusión aparte sería explicar la paternidad de este plano que se atribuye de manera errónea al fraile Bellido y Fajardo, tan sólo hemos de resaltar en dicho plano la presencia de las Casas Reales. Hay algunos elementos arquitectónicos del espacio urbano de la ciudad de Monterrey en ese año que trascienden en lo particular del edificio público, por ejemplo, el área que pertenece a las Casas Reales, incluyendo su huerta, carece de una noria, en el plano se marcaron con una , existían 65 pozos o norias “que son las que hay en toda la ciudad”, señala la cartela del Mapa…, la existencia de una noria en el espacio de las Casas Reales se verificaría documentalmente a principios del siglo XIX.
Otro aspecto a considerar es el tipo de construcción de las casas de la ciudad, el autor anónimo tuvo el cuidado de distinguir las casas estaban constituidas de piedra, cantería y mezcla, de aquellas que eran de palos o adobes y techadas de hierba o cáscara de sabino. Las Casas Reales estaban construidas con los primeros materiales. Otro aspecto interesante del Mapa…, es la delimitación de los terrenos, líneas bien definidas que enmarcan las propiedades y cuya generalidad es la presencia de la casa al frente y un amplio terreno atrás de ella; en el caso de las Casas Reales, se mira una amplia huerta cercada de lo que hoy ocupa el espacio público de la Plaza Hidalgo. Esta huerta tiene referencias en diversos documentos, principalmente en los de compra-venta del siglo XVIII. Al venderse la propiedad de Bartolomé de Arizpe, marcó como lindero, calle de por medio, “la cerca del corral del palacio”. En 1716, al donarse un pedazo de tierra a los jesuitas, éste se encontraba sobre la calle que “corre desde las tapias de la huerta o patio del palacio para la puente”.
También es importante observar que el edificio público cuenta con un segundo nivel significado por una torre al centro, ésta ya había sido mencionada a fines el siglo XVII y volvería a mencionarse en el siglo XIX. Le sigue una casa de dos niveles, que son las que harían actualmente esquina con la calle Corregidora y Zaragoza, éstas son las Tiendas del Santísimo Sacramento donadas por Martín de Zavala. Se observa claramente un acceso principal y un balcón, tal y como se mira en una litografía de mediados del siglo XIX. Tres años después (abril de 1794), nuevamente vuelven a referirse a las Casas Reales como “reducidas”, la ciudad en ese entonces ya había mostrado un mayor crecimiento pero el edificio público no mostraba tal avance.
En ese año se presentó un proyecto de cárcel para la ciudad de Monterrey levantado por Juan Bautista Crouset, Maestro Mayor de Obras, en él no se contemplaba las Casas de Cabildo, pues el gobernador Manuel Bahamonde, en acuerdo con el anterior obispo fray Rafael Verger, tenía planeado trasladar la ciudad de Monterrey a un espacio al Norte de ella, así que no se invirtió demasiado en su reconstrucción o ampliación. Al año siguiente se le harían algunas mejoras a cargo del maestro albañil José Antonio Reyna y seis peones a su cargo, ocupados esporádicamente entre abril y mayo. El proyecto de cambiar las Casas Reales al Norte de la ciudad se detuvo a pesar del empeño del obispo en turno Andrés Ambrosio Llanos y Valdés por proseguir el proyecto de las anteriores autoridades civiles y religiosas. Dicho obispo había solicitado a Juan Bautista Crouset, un plano de la ciudad que deseaba ver realizada, lamentable dicho plano está perdido.
En 1795, toma posesión como gobernador don Simón de Herrera y Leyva, quien también mostraría interés por trasladar las Casas Reales al sitio donde ya se tenía planeado. En la parte norte de esta ciudad en un espacioso llano, perteneciente a sus ejidos, distante de ella 1840 varas, se está fabricando la iglesia catedral, hospital real y convento de monjas capuchinas. A mi ingreso a este gobierno fui informado de que estaba también determinado el trasladar allí la población, y habiéndose ya in-vertido crecida cantidad de pesos en dichas obras y irse aumentando este vecindario, se hace preciso el que se realice el proyecto. Sin embargo, observó algunas anomalías en la forma de ejecución del traslado de la ciudad, pues no encontró en el archivo documento aprobado por el virreinato que formalizara el traslado, por lo que frenó las mercedes en ese sitio esperando la debida autorización y ordenando a la vez, el levantamiento de un plano de la nueva ciudad.
La tarea fue encomendada a Juan Bautista Crouset, quien entregó el 20 de junio de 1796, el Plan de la Nueva Ciudad de Monterrey dedicado al Señor don Simón de Herrera y Leiba, Theniente Coronel de Ynfantería y Gobernador Político y Militar de esta Provincia del Nuevo Reyno de León. El plano previo de esta nueva ciudad, “ideado según el modo de pensar del dicho ilustrísimo señor obispo”, fue visto por el gobernador Herrera y Leyva, quien lo rechazó: “No pareciéndome bien la disposición del dicho plan, le mandé a el citado maestro de arquitectura me levantara uno en los términos que eran correspondientes a formalizar una ciudad con otra mejor disposición y con el orden también que se debe”. Una de las razones para realizarlo era “para que en adelante no se desfigure y continúe con sujeción a dicho plan o al que vuestra Excelencia tenga bien aprobar, que guardándolo en el archivo de la ciudad deberá tenerse siempre a la vista para ir mercenando en lo sucesivo a los que quieran hacer casas”. Es claro el interés del gobernador por mudar de sitio la ciudad y más aún hizo patente su deseo por trasladar en aquél sitio, al edificio de gobierno, ya que careciendo “de casas reales, cárcel, y alhóndiga esta ciudad, pueden desde luego fabricarse en el paraje que el plano señala”.
Efectivamente, el nuevo plano ordenado por el gobernador Simón de Herrera y Leyva, señalaba un espacio para las Casas Reales, justo enfrente de la catedral que se estaba construyendo y al centro del conjunto urbano; le destinaba una manzana completa de 112 varas de frente por 100 varas de fondo. El detalle del Plan de la Nueva Ciudad de Monterrey… muestra cómo las Casas Reales confrontaban simbólicamente el frente de la catedral, ya no era el espacio religioso que dominaba el paisaje urbano, sino un espacio que era compartido. Algo disgustó al obispo Llanos y Valdés sobre esa nueva disposición y un año después, en junio de 1797, decidió suspender las obras del hospital, el convento de Capuchinas y la catedral misma; por lo que el resto de las obras que se pensaban erigir, entre ellas, las Casas Reales, ya no tuvieron efecto. Al año siguiente, el gobernador Herrera y Leyva solicitó se levantase otro plano, pero esta vez de la ciudad de Monterrey.
Nuevamente, dicha tarea recayó en el Maestro Mayor de Obras, Juan Bautista Crouset, quien el 14 de junio de 1798 lo terminó. El Plan que demuestra la situación de solares fabricados y sin fabricar de la ciudad de Monterrey del Nuevo Reino de León, levantado de orden del señor Gobernador don Simón de Herrera y Leyva, mostraba sin mayor minuciosidad, la constitución de la ciudad por manzanas, señalando sus edificios más importantes, incluso de aquellos cuya construcción se abandonó. Sin embargo, Crouset procuró darle mayor detalle al frente de las Casas Reales y cárcel, que aparece con la letra “i” en el plano, la nombra como “Real Cárcel”, aunque ahí también estaban las Casas Reales. Y mientras éstas se mantenían sin mayores cambios al final del siglo XVIII, la ciudad de Monterrey se transformaba a grandes pasos en su derredor.
*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.
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