Venta de las tiendas en 1726. María Báez Treviño, su nueva propietaria

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La cláusula testamentaria de Martín de Zavala  señalaba  la  donación  de  las  tiendas  con  el  fin de  que  sus  rentas  se  destinaran  para  el  Santísimo Sacramento, ellas mudaron de dueño recién entrado el siglo XVII. El  primer  inmueble  vendido  estaba  “contiguo  a  la  tienda  de  la  cofradía  del  Santísimo  y  asimismo  a  espaldas  de  las  Casas  de  Palacio  de  esta ciudad, al costado derecho de la morada y casa” de María  Báez  Treviño,  calle  de  por  medio,  viuda para  esos  años  del  sargento  Pedro  Martínez  Guajardo,  “del  cual  aposento  había  hecho  donación  y gracia a este convento el geberal Don Martín de Zavala,  sin  pensión  alguna  de  misas,  con  el  designio de que redituase cada año cinco pesos para cera del Monumento de sobre dicho convento”.

La venta se realizó en virtud de la prohibición a los conventos de tener posesiones, misma que redactó el Papa Benedicto  XIII  en  bula  de  1726  y  la  llevó  a  cabo siendo prior del convento de San Andrés, fray Pedro de Aparicio.[…]  propuso  a  dicha  señora  doña  María Báez Treviño que ya veía lo adelantada que estaba la fábrica de la Iglesia del convento y sin poder proseguir por falta de medios que se  sirviese    de  ayudar  con  alguna  limosna para  este  efecto,  y  que  así  por  razón  de  lo expresado  en  dicha  bula,  como  por  bien-hechora del convento se dispondría hacerle cesión jurídica de dicho cuarto entregándole la  escritura,  a  que  respondió  dicha  señora  que  ayudaría  nuevamente  sobre  lo  que había  dado,  con  doscientos  pesos  para  la prosecución de dicha iglesia, con tal de que viniese  licencia  del  Muy  Reverendo  Padre Provincial  para  que  se  le  hiciese  escrito  en toda  forma,  porque  deseaba  dejar  libres  a sus hijos de esta pensión.

El 6 de junio de 1729, el padre provincial Joseph de la Torre, del convento de San Luis Potosí, daba su consentimiento  para  la  escrituración  de  la  tienda  y aporta un dato por demás valioso, que el convento lo tenía donado desde años atrás a “María Báez Treviño bienhechora de él y en el supuesto de no tener carga alguna de misas dicho cuarto”. En carta del 8  de  abril  de  1731  se  reafirma  la  escritura  por  parte del prior de San Andrés en Monterrey. Si  bien,  se  accedió  a  la  escrituración  de  la tienda  en  1729  y  se  confirmó  en  1731,  dicha  pro-piedad  tenía  algunos  años  que  estaba  en  poder  de María  Báez  Treviño  y  Maya,  como  ya  se  dijo;  seguramente desde 1726 cuando se emitió la bula que prohibía  a  las  comunidades  mendicantes  poseer bienes, incluso antes; ya que en su testamento del 19 de  enero  de  1726,  menciona  entre  sus  propiedades dos  casas:  una  principal,  que  era  donde  vivía,  con quince piezas, fabricada de cal y piedra, y tasada en 5,500 pesos.

La segunda casa, que es la que nos interesa, se encontraba frente a la plaza de Armas, lindaba al Norte  con  el  callejón  del  Palacio,  al  oriente  con  la plaza ya mencionada y al Sur con el Palacio y Cárcel Real. Esta propiedad era más modesta, contaba apenas con cuatro cuartos, dos bajos y dos altos, hechos de piedra y lodo, y revocados con mezcla. El primer cuarto  lo  tenía  destinado  para  tienda,  cuyo  capital invertido en géneros sumaba los 1608 pesos y 5 rea-les. Miraba a la Plaza Mayor y el muro medianero Sur  lo  compartía  con  la  deteriorada  Cárcel  Real, dicho  cuarto  lo  había  legado  a  la  cofradía  del  Santísimo Sacramento de la Iglesia Parroquial; en tanto que el cuarto inmediato, cuya puerta caía al Norte, frente  al  callejón  del  Palacio,  “frontero  a  la  puerta de  mi  tienda”,  lo  tenía  aplicado  para  cera  del  Santísimo del convento de San Andrés.

A los cuartos ya mencionados le seguía “otro cuarto pequeño que está con los altos de arriba que tiene dicha casa”. Éstos últimos no tuvieron destino piadoso, sino que se  integraron  a  la  herencia  familiar  de  sus  dos  hijos Domingo Miguel Martínez Guajardo y Joaquín Martínez Guajardo. Lo  que  deriva  de  este  testamento  además de  la  compra  de  la  tienda  perteneciente  al  convento  franciscano,  es  que  la  tienda  de  la  Cofradía  del Santísimo  Sacramento  de  la  iglesia  parroquial,  no sólo la tuvo en propiedad, sino que en el acta testamentaria la regresó a dicha cofradía, respetando las donaciones para la compra de aceite que Martín de Zavala  había  hecho  para  el  Santísimo  Sacramento de ambos lugares. Era natural que las personas devotas donaran  propiedades  a  las  instituciones  religiosas,  más aún cuando existían nexos con ellas.

En el caso de María  Báez  Treviño,  los  legados  que  concedía  a  la Cofradía  del  Santísimo  Sacramento  y  al  convento de San Andrés no eran casuales. Además de ser una prolongación del patrocinio iniciado por Martín de Zavala, era también reflejo del compromiso familiar para con la Iglesia y sus devociones. Aunque María Báez  Treviño  y  Pedro  Martínez  Guajardo  rendían especial  culto  a  Nuestra  Señora  de  los  Dolores,  a quien  le  promovieron  la  construcción  de  un  altar en  la  iglesia  parroquial  hacia  1712;  los  padres  de María Báez, el capitán Francisco Báez de Treviño y Catarina de Treviño y Maya inclinaban sus favores a la Cofradía del Santísimo Sacramento de la iglesia parroquial,  donde  su  padre  llegó  a  ser  mayordomo entre  1692  y  1695.  Siendo  además,  síndico  del convento de San Andrés en 1698.

La relación que se estableció entre la familia Martínez Guajardo y la Cofradía del Santísimo Sacramento perduraría por cerca de cien años. Cuatro generaciones mantuvieron vínculos no sólo religiosos sino económicos con la cofradía, ya fuera como cofrades,  mayordomos,  donadores  e  incluso  como deudores  por  préstamos  adquiridos  con  la  institución religiosa, como se verá más adelante. A partir del testamento de María Báez Treviño,  las  dos  tiendas  quedan  claramente  divididas. La  tienda  del  Santísimo  Sacramento  que  retornó  a la cofradía del mismo nombre, y la segunda tienda que  pasó  a  manos  de  sus  hijos  Domingo  Miguel Martínez  Guajardo  y  Joaquín  Martínez  Guajardo. María Báez murió el 6 de mayo de 1759. Dos meses  atrás  (20  de  marzo),  su  hijo  Joaquín  Martínez Guajardo, señalaba que poseía “dos cuartos que se hallan en el callejón, contiguos a la tienda del Santísimo Sacramento”, que son los que ella donó por vía testamentaria.

Cabe  hacer  un  paréntesis  para  comentar brevemente  la  situación  de  las  Casas  Reales  y  la Cárcel  durante  esos  años,  no  se  olvide  que  la  casa de la familia Martínez Guajardo compartía linderos al norte de ellas. Siete años atrás, en 1752, una fuerte lluvia destruyó las Casas Reales y Cárcel, ésta última se mantuvo trabajosamente en pie, pero nada se menciona de las Casas reales entre 1748 y 1775. El plano de Joseph de Urrutia de 1767 es revelador,  las  Casas  Reales  no  aparecen  en  el  plano, acaso la cárcel sea ese pequeño espacio que sobre-sale al Sur de una construcción más grande ubicada en la esquina nororiente del actual Museo Metropolitano de Monterrey. Obra que sin duda se refiere a la tienda del Santísimo Sacramento, los cuartos del convento de San Andrés y bienes de la familia Mar-tínez Guajardo. Esta  apreciación  es  importante,  ya  que  a finales  del  siglo  XVIII,  el  procurador  Joseph  Froylán  de  Mier  Noriega  cuestiona  dichas  propiedades,  alegando  pertenecer  a  la  Cárcel  y  por  ende,  a la ciudad.

*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.

El link hacia el texto completo se encuentra en: https://issuu.com/monterrey/docs/tomo_1portadas

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